Los dioses
¿A qué musa puedo evocar para revivir en mí lo inolvidable, para
seguir muriendo poco a poco en esta espera inacabable, en este laberinto sin
fin, en esta quimera distante? Hecho lengua Neruda a través tus dulces labios
ha impregnando de palabras tu mensaje que evoca lo inevitable. Neruda desde lo
infinito, de la misma manera como lo hicieron los dioses aquella tarde, trata
de robarme tu belleza. En Pahuma el padre Inti o algún otro dios disfrazado trató
y se atrevió a tocar los bordes de tu piel hasta la cúspide de la media-luna constante
en la corona de tu seno. Yo trataba de esconderte por los bosques solitarios pero
me encontraba perseguido y acosado por los dioses que me mandaron a que eclipse
tus deseos. Ellos a través de mis ojos podían bordear tus entornos y a través
de mi piel te sentían más cerca. Me
había convertido en el esclavo deseado y no deseado. Deseado porque añoraba
estar cada instante a tu alrededor aunque esto, en el futuro, me causara castigo.
No deseado porque sentía celos de los dioses que deseaban tu cuerpo y querían
arrancarte de mi lado. Ese era su propósito, mas yo encontré un arma para
ganarlos. No sabían que venía armado del despropósito
y que este nos llevaría al único y verdadero sentir. Atravesando los cuerpos
con los cuerpos, uniéndolos en sí mismo y para sí mismo encontramos los ecos
del tambor que alguna vez nuestros antepasados hicieron retumbar a través de
estas vulnerables laderas. Caminos que recorrimos hasta sentarnos en medio de
un sendero donde el despropósito se
apoderó de nosotros, burlándose de los dioses. Exploramos al tacto la
media-luna que me obsequiaste, aunque, sin tu consentimiento, ya me la había
robado. Allí pasé a ser dios, mientras los rayos del sol de algún dios curioso
e impertinente auscultaba tu belleza. Ver tu torso quebrado en mis brazos fue
como volver a nacer. Tus senos fueron alabados por los dioses que se habían
alineado al borde de la media-luna. Ellos mismos se habían convertido en mis
esclavos, mientras en medio del despropósito
la media-luna se posaba en el borde de mis labios. Solo en ese espacio los
rayos de sol habían logrado penetrar el bosque, como si los árboles se hubieran
retirado silenciosamente. Qué misterios tiene la naturaleza… y cómo se doblega
al deseo intenso de dos amantes. ¿Qué historias digo? No sé si esta realidad fue
un verosímil sueño. Cada vez que cierro los ojos me veo corriendo cuesta abajo
como si persiguiera a la ninfa que alguna vez estremeció los bosques y que hizo
temblar a los guerreros y caciques de esa región. Siento que sigo corriendo y
que los rayos te persiguen hasta ver que te detienes ante la cabellera de agua
que se precipita por las laderas para tocar los bordes de la tierra. Desde un
catre de orquídeas vimos y sentimos como la cascada bañaba los bordes de
nuestra existencia. Y no pudimos decir nada. Callamos, sentimos, jugamos y
transportamos la cascada a nuestros cuerpos. Hoy siento que navega en mis manos la mar inquieta en aguas
incontrolables. Cierro los ojos una vez más y veo que en el catre de bejucos se abre la dama de
las orquídeas y empieza a rebosarse con incontenibles ecos que repercuten para
adentro. Me había convertido en la cueva deseada, en el ladrón de los ecos mientras
suspirabas en mi boca. No quería que los
dioses escucharan tus gemidos, y los robé para almacenarlos en el centro de mi
pecho. La cascada de agua se había transportado a los bordes de la dama de las
orquídeas. La sentía en todo mi cuerpo y no podía contener la fricción que sus
ecos causaban dentro de mi pecho. Me sentía como los tambores cuando tiemblan a
merced de su resonancia. ¿De dónde salió esta diosa? Me pregunto. Si así sufro
yo desde la distancia como sufrirán los dioses que jamás podrán poseerla. Ellos se equivocaron cuando me mandaron a gozarla. Pensaron que a
través de mi cuerpo y mi carne te podían disfrutar. Ahora, desde la distancia y
sintiendo lo que siento me apiado de los dioses y me uno a su nostalgia porque
sé que ellos no pudieron jamás sentirte. Ellos me piden que comparta los ecos y
gemidos que reposan en mi pecho. Me observan con cuidado cuando sienten que me
que quedo para adentro. Han construido un espacio en el infinito, un hueco
negro, para almacenar los gemidos de una diosa distante. ¡Así te llamo! Los dioses
han querido abrirme el pecho para robármelos, pero corren el peligro de que los
gemidos se rieguen en el infinito para nostalgia y sufrimiento del universo.
Todos los días me piden que les cuente una vez más la historia de la diosa distante. Desde
el sendero y el baño de sol hasta la cascada de las orquídeas para luego verlos
rendidos a mis pies. Me piden que comparta la sensación de la media-luna
erguida y pronta a rechazar los rayos de sol, pero yo me niego. Ese es mi sufrimiento, contar la historia una
y otra vez a sabiendas de que jamás, ni siquiera yo mismo podré sentir lo que he
sentido. Toda la naturaleza está pendiente: la tierra ha empezado a temblar,
los bordes de las orquídeas se han hinchado, los ríos y cascadas se desbordan
con más fuerza, el cielo se inquieta porque la diosa se ha vuelto a
enamorar.
Simplemente hermoso ... 25 años ...
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